De la cola para el pan a la cola por un Labubu: la estupidez moderna elevada a culto
Hace unas décadas, hacer cola durante horas era síntoma de escasez. Hoy lo es de imbecilidad voluntaria. Porque sí, estamos en el siglo XXI, tenemos tecnología cuántica, acceso global a la información y la capacidad de crear inteligencia artificial… ¿Y en qué lo empleamos? En dormir en la acera para comprar un muñeco de plástico llamado Labubu.
Cuarenta y ocho horas de espera. Dos noches de frío, cartones, turnos organizados con brazaletes que llegan a costar 500 euros. ¿Por comida? ¿Por un tratamiento? ¿Por justicia? No. Por un monigote "kawaii" fabricado en serie por Pop Mart, una empresa china experta en convertir el vacío en oro.
Esto no es cultura pop. Es la ceremonia de la estupidez postmoderna. Una religión sin dioses ni ética, donde el único mandamiento es: “Consume lo que todos desean y serás alguien”.
El culto a la escasez artificial
El sistema es brillante en su perversión: se crean series limitadas, se infla el deseo, se empuja a la masa al borde del frenesí... y luego se deja que el mercado negro haga el resto. Los muñecos se revenden a precios absurdos y el que no puede pagarlos, se siente fuera de “la comunidad”. Porque no tener un Labubu edición especial hoy equivale a no existir en TikTok.
Hemos cambiado las lanzas por pulseras con QR, pero el fondo es el mismo: instinto tribal, obediencia ciega y sumisión al fetiche.
La evolución al revés
En vez de avanzar hacia sociedades más sabias, solidarias y críticas, vamos hacia una pre-prehistoria con Wi-Fi. Con individuos que ya no cazan mamuts, sino figuritas raras. Que no construyen, ni piensan, ni debaten… solo coleccionan objetos que el algoritmo les ordena desear.
Y no es casual. Un pueblo estúpido no protesta, no vota con cabeza, no se organiza. Se entretiene. Se endeuda para parecer feliz. Y duerme en el suelo con tal de ser parte de algo, aunque ese algo sea un escaparate chino de plástico y luces.
Final sin esperanza (pero con caja registradora)
La estupidez moderna ya no es marginal: es rentable, es viral, y es institucional. Y mientras unos compran muñecos por cientos de euros, otros escribimos artículos como este con la sensación de que gritamos en medio de un parque temático.
La historia dirá que la humanidad tuvo una ventana para despertar... pero prefirió hacer cola.
1. El Loco + El Diablo + El Mundo
El idiota feliz, el deseo esclavizante y la recompensa ilusoria.
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El Loco: la masa sin rumbo, que corre detrás de lo que no entiende.
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El Diablo: el marketing que manipula, los impulsos oscuros, el fetiche.
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El Mundo: la falsa sensación de logro, el “lo tengo” como triunfo artificial.
Una sociedad que celebra la obediencia emocional y llama “cultura” a una cola para comprar plástico.
2. El Colgado + El Mago + La Estrella
El sacrificio absurdo, la manipulación brillante y la esperanza hueca.
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El Colgado: los que duermen en la calle, sacrificando su tiempo y dignidad.
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El Mago: el marketing que convierte lo banal en deseable.
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La Estrella: la ilusión proyectada en una figurita vacía.
Todo está diseñado para que el consumidor crea que está eligiendo, cuando en realidad está cayendo.
3. El Juicio + El Emperador + La Luna
El juicio suspendido, la autoridad comercial y la confusión colectiva.
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El Juicio: se apaga el sentido crítico.
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El Emperador: el sistema que impone qué se debe desear.
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La Luna: la ilusión colectiva, el autoengaño, la masa confundida.
Una estructura que se alimenta de masas desorientadas y que disfraza la dependencia de modernidad.
4. La Fuerza + El Carro + El Diablo
La tensión emocional, la impulsividad y la trampa.
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La Fuerza: la represión emocional, el autoengaño de tener control.
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El Carro: la urgencia de “conseguir”, de “llegar primero”.
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El Diablo: el resultado: esclavitud al deseo impuesto.
No son compras: son síntomas. No es cultura: es compulsión institucionalizada.
5. El Papa + El Sol + El Loco
El adoctrinamiento, la celebración superficial y la ignorancia elevada a tendencia.
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El Papa: la marca como religión.
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El Sol: la falsa felicidad de haber logrado “algo”.
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El Loco: el individuo que no se cuestiona nada.
La nueva fe: consumir sin pensar. La nueva iluminación: conseguir lo que todos desean.
La tragedia no es el muñeco. Es lo que estamos dispuestos a hacer por él.
Y lo peor es que creemos que es normal.
Y lo más inquietante de todo es que no son niños. Son adultos los que se lanzan sobre el plástico como si les fuera la vida en ello.