miércoles, 14 de mayo de 2025

Neochamanismo Urbano: La Apropiación Cultural y la Espiritualidad de Consumo

Neochamanismo Urbano: Apropiación, Sincretismo Superficial y Espiritualidad de Consumo

El neochamanismo urbano es un fenómeno contemporáneo que reconfigura, o más bien distorsiona, antiguas prácticas espirituales, despojándolas de su contexto cultural y adaptándolas al consumo espiritual de las clases medias urbanas. Bajo una apariencia de reconexión con lo ancestral, se esconde un proceso complejo de apropiación cultural, remix religioso y mercantilización de lo sagrado.

Desde la ayahuasca hasta los cantos de mantras, pasando por rituales mapuches o temazcales, todo parece disponible como parte de un menú espiritual personalizado. La ciudad se convierte en escenario; el retiro de fin de semana sustituye al rito de paso; y el guía espiritual se convierte en coach con cuenta de Instagram.

La Espiritualidad como Producto Cultural

El neochamanismo urbano encarna un sincretismo superficial, donde:

  • Saberes milenarios se reducen a herramientas de bienestar personal.

  • Rituales sagrados se ofrecen como “experiencias premium”.

  • Religiones originarias se mezclan sin comprensión ni respeto por sus raíces.

No se trata de una continuidad del chamanismo tradicional, sino de su simulacro: lo sagrado se desactiva, se adapta y se empaqueta para consumidores espirituales que buscan "conexión" sin compromiso ético, político ni comunitario.

Apropiación Cultural y Vaciamiento de Sentido

Uno de los aspectos más preocupantes del neochamanismo urbano es su apropiación sistemática de símbolos, rituales y cosmologías indígenas. Se trata de:

  • Uso de plantas maestras, temazcales o cantos ancestrales fuera de cualquier control cultural o espiritual.

  • Reinterpretación de figuras como la Pachamama o el nagual en clave emocional o decorativa.

  • Mezcla arbitraria de elementos hinduistas, budistas, toltecas, sufíes o cristianos, vaciados de su contexto original.

Esta apropiación no es ingenua: opera dentro de una lógica colonial que ya no extrae recursos materiales, sino simbólicos. Es una forma más de extractivismo cultural.

El Chamán-Influencer y la Marca Espiritual

La figura del chamán urbano ya no representa un mediador entre mundos, sino un personaje de diseño que opera en el mercado de la autoayuda. Promete:

  • Retiros de “transformación” en hoteles boutique o espacios de diseño.

  • Ceremonias híbridas transmitidas por Zoom o TikTok.

  • Una espiritualidad light, despojada de ancestralidad, comunidad o conflicto.

Lo espiritual se convierte en marca personal, y lo sagrado, en producto. El resultado: banalización, estetización y vaciamiento de prácticas complejas, reducidas a eslóganes y recetas emocionales.

Riesgos Éticos y Políticos

Más allá del espectáculo y la estética bohemia, este fenómeno plantea preguntas incómodas:

  • ¿Quién se beneficia realmente de estas prácticas?

  • ¿Qué sucede con el conocimiento ancestral cuando se le despoja de sentido?

  • ¿Qué significa que el sufrimiento o la sanación se conviertan en transacciones?

En muchos casos, estas prácticas invisibilizan luchas reales por la tierra, la lengua y la dignidad cultural de los pueblos cuyos saberes se utilizan sin permiso ni reciprocidad.

Neocolonialismo Espiritual y Consumo de lo Sagrado

El neochamanismo urbano no es solo una moda ni una búsqueda espiritual en tiempos líquidos. Es también una forma contemporánea de neocolonialismo espiritual. Lo que podría haber sido un diálogo respetuoso se convierte en extractivismo simbólico. Se repite el patrón: las clases acomodadas, ahora bajo el paraguas de la Nueva Era, se apropian de aquello que antes despreciaron o destruyeron.

Este tipo de espiritualidad no transforma, disfraza. El deseo de conexión con lo ancestral no puede sostenerse sobre la explotación simbólica de los pueblos originarios. La espiritualidad también tiene consecuencias políticas. Asumirlo es parte del camino.

La apropiación cultural es una forma más de extractivismo colonial. No solo se roba tierra, agua o recursos naturales; también se saquean saberes, símbolos y memorias. El auge de los “chamanes de plástico”, surgido en los años 80, fue el intento de recuperar, a través del disfraz, una espiritualidad de la que carecían quienes colonizaron y expulsaron.

Hoy, ese mismo impulso se repite en clave wellness. El chamanismo urbano no sana: perpetúa el atropello. No reconcilia: banaliza. Y en lugar de abrir caminos, bloquea el acceso a una espiritualidad auténtica, comunitaria y comprometida con la dignidad de todos los pueblos.

Diez síntomas del neocolonialismo espiritual

  1. La religión como plato del día: La espiritualidad se vende como un menú de restaurante: rápida, variada y a gusto del cliente. Ya no se busca transformación, sino placer instantáneo.

  2. El ocaso del Dios Padre: El imaginario de un Dios que exige justicia o sacrificio es reemplazado por un universo emocional, blando y narcisista. Se adora un “yo divino” más que una divinidad trascendente.

  3. El orientalismo gourmet: Las filosofías orientales son arrancadas de sus raíces culturales y convertidas en productos de consumo para públicos occidentales que buscan exotismo sin compromiso ni contexto.

  4. La fe como wellness: La espiritualidad se integra al mercado del bienestar personal, como un suplemento de yoga, alimentación sana o meditación para reducir el estrés… no para enfrentar la injusticia.

  5. Zapping teológico: La mezcla caótica de símbolos, creencias y técnicas espirituales crea una espiritualidad “Frankenstein”, donde todo vale si me hace sentir bien. No hay coherencia ni ética.

  6. Coaching del alma: Las religiones se vuelven discursos motivacionales, reemplazando la comunidad y la responsabilidad por frases de superación personal. Lo espiritual se vuelve autoayuda de lujo.

  7. El hedonismo devoto: En lugar de afrontar la contradicción, el dolor o la injusticia, se predica la felicidad como objetivo espiritual. El sufrimiento se evita, no se transforma.

  8. El santuario es uno mismo: El individuo se convierte en su propio templo. La comunidad espiritual desaparece, y con ella, la solidaridad, el compromiso y la lucha colectiva.

  9. Lo sagrado como estado de ánimo: La espiritualidad se vuelve emoción efímera, algo que “te hace sentir bien”, pero que no transforma estructuras sociales ni cuestiona el poder.

  10. El supermercado de lo divino: Cada quien arma su credo como quien escoge apps: un poco de chamanismo, algo de tarot, una meditación y afirmaciones positivas. Todo cabe, siempre que no incomode.

Esta espiritualidad de salón —cómoda, individualista y despolitizada— no es neutra. Tiene consecuencias reales: invisibiliza las luchas de los pueblos originarios, reduce sus cosmovisiones a "productos alternativos" y refuerza un neocolonialismo simbólico que vacía sus prácticas de sentido para venderlas en envases con aroma a incienso y marketing emocional.

En una sociedad carente de valores, el egoísmo más absoluto intenta construir una religión a la carta. La espiritualidad no es solo un sistema de creencias y valores; también es amor al prójimo, compasión y responsabilidad hacia los demás. Pretender adaptarla como un remix personalizado pierde todo su sentido, despojando a las tradiciones de su esencia y deshumanizándolas. Sin ese amor y compromiso, no hay verdadera espiritualidad.